17 días en Japón con la Sony RX10

Justo antes de empezar una de las aventuras más grandes de mi vida (irme a trabajar a Google en Londres), estuve de vacaciones en Japón durante 17 días. Y además de mi material fotográfico típico, Sony me prestó una cámara bridge RX10 (que ya he devuelto, no seáis mal pensados :D). Y no, no me la prestaron a cambio de nada, pero ya que la he usado y me ha servido, me apetece mostraros fotos hechas con ella.

La cámara no era la versión actual, la RX10 II, sino la primera, pero eso es lo de menos. No os voy a contar todo lo que hace y todas sus características porque para eso hay muchos blogs y páginas, pero a mí me interesaba que, pese a que su sensor es más pequeño que el de mi cámara, tiene un objetivo zoom 24-200 con apertura constante f/2.8. Y además graba las fotos en formato RAW, lo que te da mucho margen luego a la hora de procesar.

Castillo de Matsumoto

La ventaja del sensor más pequeño es que aunque la cámara no es pequeña, tiene un tamaño muy contenido. Imaginad qué tamaño tendría un objetivo con esas distancias focales para un sensor como el full frame de mi Canon. La desventaja es la misma, el tamaño del sensor porque en situaciones de poca luz, no responde igual. También note que para cierto tipo de fotos, aunque la cámara hace ráfagas y enfoque continuo, no responde igual de rápido que otras Sony como la a7 o mi propia 5D.

Pero la RX10 me vino de perlas como acompañamiento en sustitución de mi teleobjetivo (y como teleobjetivo corto, incluso). Yo suelo llevar un gran angular en la cámara, un 16-35 que aunque me encanta, hay cierto tipo de fotos que no puede hacer porque su distancia focal se queda muy corta. Llevaba en la mochila un 70-200 que me daba ese alcance extra (aunque perdiendo todo el rango entre 35 y 70) pero a costa de 1,6 kilos de peso.

Macacos de Jigokudani

Así que gracias a la Sony, el teleobjetivo pesado se dio un bonito paseo en la mochila hasta Japón y luego volvió sin salir de ella. Y esas fotos son precisamente las que quiero mostraros en este post.

Empezando por ejemplo por el castillo de Toyama, o más bien lo que queda de él, con el angular queda genial, pero poder acercarte a la torre y que se vea hasta la gente que hay visitándolo es genial.

Castillo de Toyama

También aprovechamos para subir al mirador que hay en el ayuntamiento de Toyama, que tiene unas vistas fantásticas de la ciudad bordeada por los Alpes japoneses. Todo picos de alrededor de 3000 metros de altura. Y claro, con el angular las montañas quedan demasiado lejos, pero con una focal más larga siempre mejora.

Toyama

Visitamos también la garganta de Kurobe porque por allí discurre el tren más lento de Japón, un precioso recorrido por entre las montañas y los valles que hace las delicias de pequeños y mayores y que acaba en Keyakidaira, un precioso enclave entre las montañas, con vistas al río que discurre por la garganta y con baños para pies con aguas termales naturales. Una pasada.

Tren de Kurobe

Desde allí nos acercamos a Nagano y una de las visitas que no podéis dejar de hacer en este ciudad es el templo Zenkōji. Hacía tiempo que no nos impresionaba tanto un templo en Japón. Realmente espectacular, además de que a mediodía bulle de gente.

Templo Zenkoji

De allí también es la foto de los jizos (contamos lo que son en Japonismo, para los curiosos), aunque estos eran de tamaño gigante y de nuevo, con una focal más larga, quedaban mejor.

Templo Zenkoji

Como Nagano fue la sede de los Juegos Olímpicos de invierno en 1998, quisimos acercarnos a ver las instalaciones olímpicas, pero sólo pudimos llegar al Big Hat, que además es el más feo de todos. Sinceramente, en Nagano tienen muy dejado el tema olímpico. En Barcelona es fácil visitar las zonas olímpicas y hay mucho turista siempre por allí. En Nagano es casi imposible llegar en transporte público, no hay información en casi ningún sitio… Un desastre.

Big Hat Nagano

Utilizando Nagano como base nos fuimos hasta Matsumoto porque su castillo es uno de los mejor conservados de Japón y con su color negro, una verdadera maravilla. Fotos de las típicas donde se ve todo el castillo ya os iremos poniendo, pero quise aprovechar que con la RX10 tenía un teleobjetivo de poco peso para obtener fotos de detalles de los tejados, sin tener que recortar luego (hay dos fotos de esto, esta y otra que os he puesto al principio).

Castillo de Matsumoto

También desde Nagano podemos visitar Jigokudani, que es un lugar conocido porque allí viven macacos en libertad que se dan baños en las aguas termales naturales de la zona. Aunque siendo verano, la verdad es que encontrábamos más macacos fuera de agua que dentro, todo sea dicho. De nuevo, al principio os he puesto otra foto, además de la que podéis ver a continuación.

Macaco en Jigokudani

Otra de las visitas que os recomiendo desde Nagano es ir al santuario Togakushi, a una hora en autobús y situado en las montañas que rodean la ciudad. En realidad son tres santuarios en diferentes puntos de la montaña, conectados por caminos ideales para los amantes del trekking. Aunque el primero de ellos, el superior, es un rompepiernas de cuidado. En la foto sale el torii que encontramos nada más comenzar el camino, y aunque parece sencillo, luego empieza a ver subidas y más subidas y con el calor y la humedad del verano japonés… mejor no sigo :)

Santuario Togakushi

De allí nos fuimos a relajarnos un par de días a Karuizawa, una ciudad con aguas termales naturales y que está llena de resorts (algunos de gran lujo). En uno de ellos existe una preciosa iglesia de piedra donde los japoneses aprovechan para casarse al estilo occidental, de blanco y con cura (que como también contábamos en Japonismo, son más falsos que un billete de 7,5 euros).

Boda en la Iglesia de Piedra de Karuizawa

La siguiente parada fue Niigata, en la costa del mar del Japón. Algunas de sus calles bordeadas de postes de electricidad (una estampa muy japonesa), los aparcamientos para bicis pegados a la estación con todo tremendamente ordenado, o las vistas desde uno de los miradores que visitamos, que parecía que estábamos viendo una ciudad de hace 60 años, merecían mucho la pena.

Niigata

Allí nos enamoramos de la villa de verano de la familia Saito, una casa de estilo tradicional con un precioso jardín y con estancias con suelo de tatami que daban directamente al jardín. Si no fuera porque estaba reconvertida en museo y había gente vigilando, me hubiera quedado a vivir allí.

Casa de verano de la familia Saito

Japón, como sabéis, es un archipiélago y consta de muchísimas islas, pero hay 4 principales. Pues bien, la quinta en tamaño es la isla de Sado y está a poco más de una hora en barco rápido desde Niigata. Además, aunque hay mucho que ver por allí, queríamos acercarnos hasta las minas de oro.

Esperando el bus en Sado

El camino era largo porque desde Ryotsu, que es donde llega el barco hasta las minas tuvimos un largo camino en autobús, primero hasta Aikawa (la foto es de la espera en la estación de autobuses allí) y luego con otro autobús que hacía un recorrido circular por Aikawa y que llega hasta las minas. Espectaculares, todo hay que decirlo. Abiertas en 1601 y en funcionamiento hasta 1989, fueron el soporte económico del shogunato Tokugawa.

Minas de oro de Sado

A la vuelta, y antes de tomar el barco de vuelta, dimos un pequeño paseo por la «orilla» del lago Kamo, pero lo pongo entre comillas porque no había una zona por la que pasear. Realmente viven de espaldas al lago y tuvimos que meternos en el hueco entre dos casas y llegar hasta el borde del lago. Eso sí, con la luz que había, la foto quedó bonita :)

Isla de Sado

De allí nos fuimos ya para Tokio y una de las primeras cosas que visitamos fue el Railway Museum, en Saitama. El museo es espectacular y ya habrá post más adelante, porque no os sorprendo si os cuento que hice muchas fotos (pero muchas). Lo curioso es que está construido pegado a las vías del shinkansen y en la terraza hay hasta un panel con los horarios de los trenes de forma que puedes verlos circular.

Yo aproveché y le hice fotos a este Max Toki con destino Niigata, precisamente, con la particularidad de que eran dos composiciones de la serie E4 de dos pisos, una pintada como antaño en blanco, amarillo y azul y otra con la nueva librea con una franja en rosa, como la que llevaba la antigua serie E1 que hacía estos servicios y que ya fue retirada.

Shinkansen de la línea Joetsu

Esa misma tarde, desde nuestro hotel, el Royal Park The Shiodome, pudimos disfrutar de un maravilloso atardecer con vistas a la Torre de Tokio. Hasta la Torre Mori de Roppongi Hills se veía. Es la foto que abre el post, la más grande de todas.

Y aprovechando que aún teníamos JR Pass nos hicimos una excursión a Yamagata y de allí a Yamadera, para ver sus templos entre las montañas. El calor era tremendo pero al principio, mientras cruzábamos el riachuelo que veis en la foto, se podía aguantar. Luego, cuando empezamos a subir los 1000 escalones que había, empezamos a dudar de nuestro buen juicio haciendo esa excursión tras más de 2 semanas en Japón sin parar y con ese calor.

Yamadera

Otra de las visitas que hicimos desde Tokio fue al jardín Kairakuen de Mito, en la prefectura de Ibaraki. Está considerado uno de los 3 más bellos de todo Japón y era el único de los tres que nos quedaba por ver. Del jardín tengo muchísimas fotos pero como curiosidad os dejo una foto en la que se ve la moderna Art Tower, obra del arquitecto Arata Isozaki junto a los tejados de casas más tradicionales. El contraste creo que es curioso.

Art Tower Mito

En realidad, tengo muchas más fotos con la RX10 de Sony, pero con estas ya hay muchas para un post. La verdad es que me vino genial tenerla y poder descargar mi hombro del peso de un teleobjetivo pesado (además de que en ciertas zonas de playa o con arena, cambiar de objetivos hubiera sido desaconsejable y gracias a llevar esta segunda cámara pude hacer fotos sin llenar el sensor de suciedad).

sony rx10

Si queréis ver cómo es la cámara, la tenéis en la foto anterior :)

Luis
Luis

Luis es el fundador y director de Japonismo.com, la mejor página web sobre Japón. Tiene un máster en estudios contemporáneos de China y Japón y además es ingeniero de telecomunicación. Antes de dedicarse a Japonismo fue program manager en Google, en Londres.

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