ACTUALIZACIÓN: el restaurante cerró ya sus puertas hace algún tiempo.
Alta Burgersía es una de las últimas aperturas que ha habido en Madrid en cuanto a restaurantes de hamburguesas. Su situación muy céntrica, su carne ecológica de los Pirineos y su carta algo diferente al resto de locales de hamburguesas son sus señas de identidad.

El local es muy amplio y engaña, ya que cuando entramos no parece que vaya a tener tantas mesas, pero la sala de atrás da mucho juego. La decoración es sencilla, con algunas mesas pegadas a la pared y con asientos de banco, aunque la mayoría son sillas de estilo rústico, con mesas de madera sin mantel. El servicio, aunque a veces estuvo algo despistado, es muy amable.
Las hamburguesas
Uno de los hechos diferenciales de Alta Burgersía es la utilización de carne ecológica de los Pirineos españoles, algo que hasta ahora sólo Home Burger llevaba a gala.
Quitando la hamburguesa que lleva el mismo nombre que el restaurante, Alta Burgersía, que tiene un peso de 350 gramos, el resto de hamburguesas las encontramos en dos tamaños, de 150 y de 200 gramos. La carne está buena y va correctamente sazonada, aunque debo decir que el picado es mejorable, así como las piezas de carne que utilizan, ya que encontré ternillas en mi hamburguesa.

En total hay 11 referencias, de las cuales una es de salmón picado, otras dos de pollo picado y una vegetariana. Sin embargo, la vegetariana no viene claramente especificada en la carta y en mi segunda visita, uno de mis acompañantes la pidió pensando que llevaría carne y muchos vegetales y se llevó un chasco. Hay que decir que se la cambiaron sin coste adicional.
Entre las hamburguesas que probamos estuvieron la Pollos Hermanos (pequeña, 10,50 euros), con pollo picado a la plancha, queso camembert, lechuga, tomate y cebolla y salsa de mostaza y miel.

Otra fue la Pollo de Autor (pequeña, 11,25 euros), con pollo picado a la plancha, queso de cabra, cebolla caramelizada y tomate. Lo que no se dice es la procedencia de esta carne de pollo y es que, ya que la carne de vacuno se dice que es ecológica, esperaba que el pollo fuera al menos de corral, pero no se menciona en ningún sitio.

De las de carne de vacuno probamos la Campestre a la Trufa (pequeña, 11,75 euros), con tomatitos cherry, cebolla crujiente, queso brie, lechuga, pepinillo y toque de trufa. Es decir, aceite de trufa del que no lleva absolutamente nada de trufa sino que es química pura y dura.

En mi caso, probé la Alta Burgersía de 350 gramos (tamaño único, 17 euros), cebolla caramelizada, rúcula, queso de cabra, tomate y pepinillo. Mi principal queja es que si realmente pueden hacer la carne de 350 gramos, no sé por qué no la ofrecen en todas sus hamburguesas y se limitan a una. El precio, en cualquier caso, me parece un poco excesivo pero si miramos los precios de Home Burger, está claro que decir que tu carne es ecológica sube los precios (y mucho).

El pan de las hamburguesas no es malo y aguanta bastante los jugos de la carne, salvo en el caso de la más grande, la de 350 gramos, que se desmoronó un poco. Se nota, de todas formas, que el tamaño del pan es único para todas las hamburguesas, porque si veis alguna de las fotos anteriores, se puede comprobar como el pan es más grande que la pieza de carne. Además, como se puede ver, el pan no va tostado. En directo pude comprobar que debe de llevar algo de horno, pero desde luego no va tostado.

En cuanto al punto de la carne, las pedimos al punto y, por lo general, tienden a respetar bastante la solicitud del comensal. En mi caso, de todas formas, la carne estaba un poquito más hecha que al punto, pero en general estaba bastante bien.

El resto de la carta
El resto de la carta de Alta Burgersía es interesante porque no es la típica de un diner de estilo americano de los años 50 del siglo pasado, algo que ya es un lugar común entre muchos restaurantes especializados en este plato. Además, tiene una corta pero curiosa lista de cervezas artesanales, tanto españolas como internacionales. De forma recurrente podemos encontrar dos referencias de La Virgen y otras dos de El Cabo (de El Cabo de Gata), muy buena esta última. En las internacionales merece la pena citar la Anchor, que ya empieza a ser casi frecuente en muchos de estos restaurantes.
La carta incluye perritos calientes, sándwiches y ensaladas, aunque de estos no probamos e incluye algunos platos que ellos llaman gourmet y que pueden servir de entrante o de principal, como un steak tartar, carpaccio de ternera, bobole o la yaroa, entre otros. Mucha influencia dominicana en la carta.

Lo que sí pedimos fueron varios de los entrantes para compartir y alguno para que sirviera de plato principal para el peque de la casa. Él pidió los fingers de pollo con salsa de mostaza y miel (8,50 euros), que estaban correctos.

Además pedimos las croquetas de boletus (media ración por 6 euros) y los quesitos brie empanados con salsa de arándanos (otra media ración, 5,50 euros). La pena es que estoy convencido de que todos estos productos son congelados y no se hacen en el local. De hecho, no hace falta hacer una búsqueda muy exhaustiva para encontrar distribuidores que tiene estos quesos empanados ultracongelados, por ejemplo.

No pasa nada por tener este tipo de productos, eso está claro, pero cuando se vende el restaurante como «gourmet» y con carne ecológica, creo que debería prestarse algo más de atención a este tipo de detalles.

De postre pedimos tarta de zanahoria y tarta de queso (4,50 euros cada una). La de zanahoria estaba algo buena pero algo seca (un poco más de frosting no le habría venido nada mal) y la de queso estaba demasiado compactada.

En definitiva, un nuevo local que aunque cuenta con una buena carne, todavía necesita algo de rodaje.