La semana pasada estuve cenando en el restaurante Bacira, tan sólo una semana después de su apertura. Me enteré de su existencia casi de rebote, gracias a un amigo que me habló de ellos, diciéndome que tenía ciertos toques japoneses y que tenía que ir sí o sí.
Y claro, cuando alguien me dice la palabra «Japón» relacionada con un restaurante, tengo que ir a probarlo sí o sí. Y para allá que fuimos. Llegamos pronto, cuando el restaurante estaba todavía vacío, pero casi mejor porque así pudimos hablar con Carlos Langreo, uno de los socios, con algo más de tranquilidad.
Tanto Carlos, como Gabriel y Vicente, los otros dos socios, todos ellos chefs también, han pasado por restaurantes dedicados a la fusión asiática o japonesa, como Distrito 728, Nikkei 225 o incluso Aponiente y el Celler de Can Roca. Vamos, que saben lo que se traen entre manos.
La carta contiene sobre todo platos de corte mediterráneo, por lo que me contaron, con guiños que hacen a otras gastronomías, especialmente la japonesa, que aunque todavía es sutil, quieren ir dándole más protagonismo, por lo que me decían. Al final esto hace que en la carta encontremos platos que se han convertido en típicos de casi cualquier restaurante en estos días (como ciertos cebiches o tartares), pero al menos, en este caso, están muy bien resueltos.
En cuanto a la bebida, Carlos nos contó que se han esforzado por ofrecer la copa de champán más barata de Madrid (6 euros), y de hecho nos decidimos por una botella de ese mismo champán, un Piollot Pere et Fils Cuvée de Reserve, que nos gustó muy apropiado (32 euros). El único punto a mejorar es que le habría venido bien estar algo más frío al principio y que las copas que utilizan tienen una forma que hace que cuando queda poco, sea complicado de beber. Me gustó el detalle de que la bebida la ponen en el centro del restaurante, en lo que había sido una bobina de madera.
Por cierto que el diseño interior del restaurante me gustó mucho. Ahora se lleva mucho lo de que si tu local tiene azulejos antiguos o columnas o cualquier otro elemento arquitectónico, en lugar de reformarlo completamente, se restaura y así ocurre con Bacira, en el que una parte de la pared está cubierta de azulejos que son los que había en el local antes de que ellos llegaran o en el que vemos varias columnas de las que había originalmente en el edificio. Es una mezcla entre moderno y antiguo que queda bien.
¿Y la carta? Pues por lo que vimos es bastante completa y se pueden pedir, además, medias raciones, para no salir tan lleno ni pagar tanto dinero.
Comenzamos por un steak tartar con chips de quinoa y kimchi sobre un pan sardo de carasau. El toque del pan y del kimchi hacían que el plato sobresaliera y resultara exitoso. Media racioncita (9 euros).
Seguimos con una espuma de bacalao con pimientos rojos asados y aceitunas negras que estaba buenísima (9 euros). Los pimientos, las aceitunas, y parte del bacalao desmigado estaban en el fondo, y al mezclarlo todo con la espuma quedaba muy, muy rico.
El siguiente plato fue la anguila ligeramente ahumada y marinada con miso, que va sobre una base de queso ricotta que contrasta muy bien con la intensidad del miso, compota de manzana, tomates secos, brotes y quinoa crujiente (8 euros). Muy buena, como digo, aunque mejor las partes centrales. Y es que en los extremos, la anguila resultaba menos potente de sabor, quizás el marinado no era tan intenso, y al haber más ricotta, ésta resultaba en exceso protagonista. Los restantes bocados, sin embargo, eran fantásticos.
El siguiente plato fue la ensalada césar siglo XXI, (9 euros) que es una ensalada césar de toda la vida, con pollo, pero con los ingredientes todos de pequeño tamaño, con una hoja de lechuga y albahaca dentro de la ensalada, para comer con la mano. La ensalada estaba muy lograda, la verdad, aunque quizás, comparada con el resto de platos de la carta, era lo menos «sofisticado».
El cebiche (ellos lo escriben con v) de corvina, con un toque de sichimi togarashi (las siete especias picantes japonesas) también nos gustó mucho y, de nuevo, estamos ante un plato que hoy en día es tipiquísimo. El toque picante que tenía me encantó, pero sinceramente, creo que para la gran mayoría de comensales puede que sea algo excesivo. Nos contaban que estaban todavía decidiendo la intensidad de picante de este cebiche, se nota que el restaurante está recién abierto. Media ración para poder probar de todo (7 euros).
El siguiente plato, un tartar de atún, nos encantó (sólo media ración, 8 euros, que queríamos probar muchas cosas). Llevaba alga wakame, aguacate, pomelo rosa y una salsa que mezclaba mayonesa con salsa sriracha, ají amarillo, soja y rocoto. Se completa con un toque de aceite de sésamo y de oliva, muy sutil. Como decía al principio, ahora el tartar de atún lo encuentras casi en cualquier restaurante. Pero incluso en muchos que dicen tenerlo de toro (ventresca de atún), encuentras una pasta informe de atún que no sabes muy bien de dónde viene y que deja mucho que desear. En Bacira los trozos de atún se ven a simple vista y da gusto comerlo. Curiosamente, cuando se lo comenté, me decían que algunas personas habían mostrado su disconformidad ante el hecho de que no estuviera el atún más picado. Está claro que para gustos, los colores. Pero creedme, tal como lo preparan aquí, no os decepcionará y el toque del pomelo rosa además le queda muy bien. La salsa, por cierto, está para mojar pan.
Nos encantó también el tiradito de vieiras con tobiko, brotes, corteza de cerdo y yuzu kosho, una pasta que se hace con chiles y yuzu. El toque cítrico de esta pasta junto con el crujiente de las cortezas y su sabor tan a tierra, cuando luego las tobiko y la propia vieira nos aportan muchísimo sabor a mar, hacen que el plato tenga texturas y sabores muy logrados. La salsa del tiradito es una clásica ponzu con un ligero toque de yuzu. De esto también probamos media ración (7 euros).
Finalmente, y antes del postre, probamos la albóndiga guisada de rabo de toro con puré especiado de patata (media ración, que no podíamos más, 9 euros). La sirven bajo una campana de cristal ya que la ahuman al momento. Y cuando la pruebas, se deshace en la boca de lo melosa y tierna que está. Un gran fin para una gran cena.
Y el postre también nos gustó mucho, manzana hecha al vacío e impregnada en agua de lemongrass, Pedro Ximénez, helado de lemongrass y bizcocho de mantequilla, con una base que es un crumble de almendras. El sabor a lemongrass, que me encanta, es notorio, y además, tal como se cocina la manzana, aunque a la vista parece que va a estar cocida, blanda, resulta crujiente.
Datos de Bacira
Como siempre, os dejo todos los datos. A pesar de que llevan poco tiempo, ya cuentan con menú del día (13,90€) y por lo que vi en la puerta al entrar, además de Wifi gratis, aceptan todo tipo de tickets comedor. Realmente han hecho un muy buen trabajo para tenerlo todo listo antes de abrir.
Por cierto, si sois como yo de curiosos, igual os preguntaréis de dónde sale el nombre de Bacira, y resulta que cada sílaba son la tercera y la segunda letra del nombre de cada socio. Un poco peculiar, pero según me decía Carlos, empezó a gustarles y decidieron quedarse con ese nombre.
- Nombre: Bacira
- Dirección: Calle Castillo 16, 28010 Madrid
- Teléfono: 918664030
- Web: bacira.es
- Horarios: de martes a sábados, de 13:00 a 16:00h y de 20:30 a 00:00h. Los domingos abre a mediodía.
