Hace unos días recibí una oferta de esas que no se pueden rechazar: «¿Quieres venirte a Ferrol con un grupo majo de amigos?». El «sí, quiero» no se hizo esperar, ciertamente.

El plan era visitar Ferrol y su comarca, llamada Ferrolterra, que tiene cosas muy interesantes que ver y, por supuesto, disfrutar de la gastronomía local entre medias. Todo ello aderezado con múltiples risas y chascarrillos que comenzaron en el momento en el que quedamos en el aeropuerto y que, varios días después de haber acabado el viaje, aún no han terminado.
Llegada a Ferrol
Uno de los viajeros lo comentaba, Ferrol tiene mucho que decir pero a menudo, los viajeros tenemos una concepción previa un tanto limitada y muy centrada en lo militar, en los astilleros. Lo cierto es que todo esto es inseparable de Ferrol, pero no adelantemos acontecimientos, porque antes de ver todo eso, hicimos más cosas.

Pudimos pasear por las calles tranquilas del barrio de La Magdalena, admirando la arquitectura modernista de la zona, que seguro que muchos viajeros desconocen (incluyendo nosotros hasta que nos lo contaron) y que sorprende. Cenamos por allí y luego tomamos algo. El ritmo de Ferrol, incluso un viernes por la noche, es tranquilo y reposado, nada que ver con la locura y vorágine de Madrid. Yo soy urbanita convencido, pero reconozco que sienta genial de vez en cuando poder desconectar y tomarse las cosas con más calma.
El sábado, visitando Ferrolterra a tope
Pero sin duda uno de los grandes alicientes de Ferrol es que sirve de base de operaciones para conocer Ferrolterra, su comarca, repleta de visitas interesantes. Una de ellas, la primera que hicimos el sábado, fue acercarnos hasta el curioso Faro de A Frouxeira, con una construcción un tanto peculiar.

Lo interesante es que toda la zona que rodea el faro había sido antaño utilizada por los militares para sus prácticas, y según pasábamos por allí podíamos ver agujeros en el terreno provocados por las bombas.

Desde allí nos metimos por unos túneles abandonados que antaño sirvieron para mover baterías militares que asomaban por los acantilados, para defender la costa de invasores extranjeros que nunca llegaron. Eso sí, las vistas desde esos túneles, desde esos acantilados, son maravillosas. Y son perfectos para probar la funcionalidad HDR que lleva mi nueva cámara, la 5D Mark III, que funciona de maravilla, como habéis visto en la foto de arriba.

La siguiente parada fue la ermita de la Virxe do Porto, sencilla, recoleta, y aunque a primera vista no lo parece, separada de la costa por una pequeña lengua de mar cuando la marea está alta. Nosotros llegamos con marea baja y gracias a ello pudimos llegar hasta el pequeño islote donde se encuentra la ermita.

Las siguientes paradas eran paradas de playa. La primera la de Valdoviño, visible desde el faro que habíamos visitado, pero mucho más interesante desde el mirador donde estuvimos, en el que se podía ver lo bonita que es esta playa.

Siguiente parada Pantín, en la foto de arriba, una playa famosa por su oleaje y sus competiciones de surf. El fin de semana que pasamos por Ferrolterra hizo un calor insorportable, pero sin embargo había pocas olas. Pese a ello, pudimos encontrar varias personas haciendo surf igualmente. Lo más curioso de estas playas gallegas es que tienen poquita gente. Es una gozada poder sentarte en la arena y disfrutar de la playa sin temor de girarte y meterle el codo en el ojo a otra persona, como suele ocurrir en las abarrotadísimas playas mediterráneas.
El camino nos llevaría de Pantín a Cedeira, donde teníamos prevista la comida. Un camino por carreteras sinuosas que atravesaban bosques de eucaliptos, muy bonitos a simple vista pero que se adaptan con tal facilidad que han echado a especies autóctonas.
Cedeira es un pequeño pueblecito pintoresco y precioso, con una ría muy bonita y famoso por el marraxo que se come por allí (un tipo de tiburón), además de por el salpicón de langosta, que fue lo que comimos.

La siguiente parada, de nuevo por trazados sinuosos, nos llevaría hasta el precioso enclave de San Andrés de Teixidó, un lugar repleto de leyendas como la que reza «Vai de morto quen non foi de vivo» (va de muerto quién no fue de vivo). Parece que el pobre San Andrés tenía algo de celos de Santiago, que recibía muchísimos más visitantes, y por eso Dios le dijo que allí iríamos todos, ya que si no lo hacíamos en vida, lo haríamos tras morir. Otra de las leyendas habla de que a San Andrés van 2, pero vuelven 3. Ojo si vais con vuestra pareja, que nunca se sabe qué puede pasar…

Parece mentira como un pueblo tan pequeño, de tan sólo 50 habitantes, ha sabido sacar partido a su localización, a sus leyendas, a su iglesia y han montado un pequeño mercadillo con puestos por los que es imposible no pasar, ya que el camino de entrada al pueblo es único y no deja otra opción. Y ellos bien lo saben. Miel con jalea real, Miel «sin esos rollos de jalea real» (serán pocos pero no por ello menos competitivos), licores, dulces, recuerdos más o menos kitsch.
Hasta aquí, un calor increíble, pero con la promesa de «ahora vamos a un sitio donde hace frío». El destino era Herbeira, que por Twitter ya me habían contado que ojalá lo encontráramos sin niebla para poder disfrutarlo bien. ¿Niebla? Pero si el día es soleado y hace un calor de justicia, pensaba yo. Pero lo cierto es que te acercas a Herbeira y el paisaje comienza a cambiar.

El cielo se cubre, las nubes cada vez están más bajas y se agarran a la superficie con fuerza. Bajarse del autobús y ver un paisaje verde con molinos eólicos y tan cubierto por la niebla parece casi irreal.

Unos pocos metros y nos encontramos ante el mirador natural de Vixía de Herbeira. La construcción que allí encontramos no es nada del otro mundo, pero no es desde luego lo importante del mirador y lo que lo hace atractivo. Y es que allí la caída que hay por los acantilados es tan abrupta y tan alta, que actúa como de acelerador y es posible ver las nubes caer por las paredes del acantilado a toda velocidad.
Es una lástima que las fotos no capturen toda la belleza de este rincón, pero pararte allí, enfrentándote a una corriente de aire que casi es capaz de arrastrarte viendo como las nubes saltan la pared del mirador y se arrojan por el acantilado es algo precioso. Y sí, hacía fresquito (por suerte, porque yo iba asado de calor).
Tras Herbeira toca ver los acantilados más altos de la Europa Continental, en el Cabo Ortegal, que se dice que separa el Océano Atlántico del Mar Cantábrico. ¿O eso es en la cercana Estaca de Bares? Sea como fuere, nos dicen que éste es el lugar y nosotros nos lo creemos. Y cuando miro a los acantilados, creo ver a lo lejos el navío Venganza y al temido pirata Roberts trepar por ellos con las manos desnudas. Pero desvarío…

Allí en el Cabo Ortegal podemos ver los preciosos Os Aguillóns, unas formaciones rocosas de formas caprichosas que son las cuartas más antiguas de la tierra, con más de 1000 millones de años a sus espaldas.

De allí el camino nos llevó a Cariño, pueblo de curioso nombre y con, de nuevo, varias leyendas compitiendo por explicar satisfactoriamente el origen de dicho nombre. Cariño era la parada intermedia antes de llegar a Ortigueira, un pueblecito también muy pintoresco y conocido por su festival internacional de música celta.

Allí tuvimos la suerte de poder entrar a una de las joyas menos conocidas de la ciudad, el Teatro de la Beneficiencia, contruido en 1850 e integrado en el edificio del Ayuntamiento o Concello.

Ortigueira tiene una curiosa estatua de un gaitero, y pensaríamos que no tiene por qué ser curioso ver la imagen de un gaitero en Galicia. Cierto es, pero si nos fijamos o conocemos un poco sobre gaitas, veremos que la gaita que lleva esta estatua es escocesa y no gallega. Un punto curioso, sin duda.

Cansados pero contentos, cantando en el autobús, volvimos a Ferrol para cenar y reponer fuerzas para el domingo.
Arsenal, astilleros y más Ferrolterra
El domingo el plan comenzaba en el propio Ferrol, donde íbamos a sumergirnos en la Ruta de la Construcción Naval, uno de los atractivos turísticos evidentes de una ciudad con tanta tradicional naval como Ferrol.

Comenzamos con una visita en barco por la ría, que nos permitió ver los antiguos fuertes militares, mientras unos simpáticos delfines nos acompañaban en nuestro trayecto. Muchas risas, muchas fotos, mucha pose divertida y mucho sol, y por supuesto muchas historias sobre estos fuertes, sobre el pasado (y presente) militar de Ferrol, y sobre alguno de los huéspedes ilustres de estos fuertes, alguno de ellos reconvertido en prisión hasta hace no tanto.
El paseo terminó en el Arsenal Militar, y si parecía que el barco en el que íbamos tenía un buen tamaño, nos quedaríamos empequeñecidos al pasar al lado de alguno de los portaeronaves que se están construyendo para la Marina australiana. Incluso las fragatas de la clase F100, vistas de cerca, impresionan. ¿De verdad en España tenemos una de las fragatas más modernas del mundo? Al parecer sí, gracias a su sistema AEGIS.

En el arsenal pudimos ver antiguos cañones que apuntaban hacia la ría, para defender el arsenal de esos invasores extranjeros, especialmente los británicos, pero que curiosamente, nunca se llegaron a disparar. Eso sí, quedan muy bonitos todos ellos alineados.
Un merecido descanso, un poco de asueto en una terraza acompañado de una cerveza fría y nos dirijimos a Navantia, empresa pública de construcción naval heredera de Izar y, antes de eso, de Bazán. Navantia no es sólo uno de los motores económicos de la región, sino que además es una de las grandes constructoras navales del mundo, y visitándola te haces una idea del porqué.
Allí puedes ver diques secos donde se está terminando de construir la fragata de la clase F100 Cristobal Colón, otros diques cuyo tamaño impresiona, pero lo más sorprendente es el último dique al que nos acercamos, el más grande de todos, con 350 metros de eslora y que según nos cuentan, pese a su magnitud, se empieza a quedar pequeño.

Allí hay un barco gasero, el que podéis ver en la foto anterior, que necesita reparaciones y pintura, y aunque por la foto no lo parece tanto, estar allí te hace sentir muy pequeñito. Es impresionante la escala que tiene todo lo que encontramos en Navantia, parecíamos liliputienses sueltos en el mundo de Gulliver.
El sol sigue apretando, así que tras Navantia toca relajarse comiendo en el Parador de Ferrol, y de allí, una visita al precioso pueblecito costero de Redes, de nombre tecnológico pero de espíritu reposado. Un poquito de playa, aunque nada más que mojar los pies, un mucho de envidia viendo al resto de la gente bañarse, y algunas cuantas fotos.

La última parada es Pontedeume, donde pegados al puente que data del siglo XIV (no todo él, claro, que ha sufrido múltiples reconstrucciones), aprovechamos para grabar en vídeo un resumen personal de nuestras impresiones del viaje.

De allí al aeropuerto de A Coruña y vuelta a casa. No os negaré que fue un fin de semana cansado, ya que vimos muchísimas cosas, pero desde luego, fue divertido, apasionante, y lo repetiría con los ojos cerrados. Y si puede ser, con los mismos compañeros de viaje, por supuesto.
¡Qué pasada de fotos!
Alucinada :)
Océanos de amor.
Muchas gracias! Sí que he tardado en contestar, eh? ;)
Normal, estabais en vuestro a tomar por culo trip ^•^
La de entradas y fotos he tendrás pendientes. Mola.
Bienvenidos guapos :)
Océanos de amor.
A ver cómo lo organizo, pero sí, supongo que me dará para mucho contenido. Si consigo procesar pronto las fotos, igual os hartáis de ver fotos de Japón en este vuestro blog :)
Sniff !! …
Os quedó conocer los innumerables encantos, tanto de flora como de fauna que se encuentran dentro de nuestras Aguas …
Me refiero Aguas Marítimas …
Por lo que quedas/quedáis invitad@/s a mi Centro de Buceo, para que la próxima vez que os acerquéis, os pueda llevar a hacer alguna ruta Submarina por la Ría de Ferrol, por ejemplo. Y si no tenéis titulación os doy un Bautismo de Mar y veremos de igual modo algo de los fondos de esta Ría.
Lo de los equipos y el aire corre de mi cuenta … No os preocupéis está todo despachado y al día y el aire de las botellas … «No sabe a nada» … jajaja
Por cierto no me presente soy Kike Ocampo de Buceo Ferrol.
P.D.: Sólo un comentario … Es «Cedeira» no Cedeiro