París es una de esas ciudades que tengo grabada a fuego en mi memoria. Mi primer viaje a la ciudad de la luz fue en 1992, con sólo 17 años, en mi primer viaje turístico fuera de España. Luego la visitaría otra vez por trabajo y una tercera vez como regalo de cumpleaños, en 2007, de cuando es esta imagen de Notre Dame.
Cuando estuve en Lyon con 12 años fue por un evento deportivo a las afueras de la ciudad, en Vaulx-en-Velin, así que en Lyon casi no vi nada y lo único que recuerdo es ver llegar un TGV, aún con los tradicionales colores en naranja y negro. Como veis, mi pasión por los trenes me viene de lejos. Pero París fue algo especial, una ciudad que disfruté como no pensaba que lo iba a hacer porque tampoco tenía muy claro qué esperar, salvo lo típico: la torre Eiffel, Notre Dame, el Arco de Triunfo, el Louvre y cuatro cosas más.

Aún hoy recuerdo los nombres de estaciones de metro cerca de la zona donde estaba mi hotel en aquel entonces, y eso que por esa zona no he vuelto a pasar. Y pese a que Notre Dame es una de las imágenes más icónicas de la capital francesa, verla en directo me impresionó. Por eso cuando volví en 2007 no quería dejar de volver a visitar la catedral, que seguía igual de majestuosa que siempre (¡y sin los andamios que tenía en 1992!).
Que fuera primavera y toda la ciudad estuviera florecida ayudó a que ese cumpleaños fuera todavía más especial. Lástima que sólo estuviéramos el fin de semana, porque me pasaría días y días por allí, recorriendo todos sus rincones y perdiéndome por sus calles.
Qué bonita es París, la ciudad con una luz preciosa
Ay sí, y tengo muchísimas ganas de volver :)