Tras unas merecidas vacaciones y un nuevo viaje a Japón vuelvo a la carga con el blog. ¿O acaso pensabais que os dejaría esperando nuevas entradas eternamente? Dicho así, me hago la ilusión de que sois muchos los que leéis…
No importa cuántas veces visite Japón, cada vez descubro cosas nuevas y, aunque haya cosas que ya no sorprendan tanto, como contaba en su día, otras muchas te siguen haciendo abrir los ojos. En este caso, voy a tratar de exponer en unas breves líneas ilustradas con fotos de móvil (mientras voy pensando cómo gestionar las casi 7000 imágenes que tomé en este viaje) qué cosas hicimos.

Lo primero, diría que la línea entre lo que son vacaciones y lo que es trabajo se difumina un poco. Las vacaciones son para desconectar, pero tener conexión a Internet a todas horas es genial para compartir cosas del viaje, pero al final sigues hablando con las mismas personas con las que hablas todos los días y desconectar desconectas poco.
Además, cuando piensas que todo lo que ves lo vas a usar para tu página web, también te lo tomas con otra filosofía (recuerdo el día que llegamos cansados de una excursión y pese a ello me puse a hacer fotos como loco para un post que tengo pendiente). Pero no me quejo, al menos no demasiado. Al fin y al cabo es mi decisión que Japón para mí sea algo más que un simple destino así que estoy feliz.
Este viaje diría, además, que ha sido el viaje de los trenes, el wagyu y los castillos. No sé si en ese orden o no, pero básicamente han sido tres de los pilares fundamentales. Gracias a haber visitado sitios algo alejados de las principales rutas turísticas, he podido subir a muchos trenes distintos.

E, incluso, planificar días en función de eso, de trenes, como el día que visitamos el Museo Ferroviario de Kioto, el día que hicimos una excursión a la bella Kurashiki a bordo del shinkansen 500 Type EVA, decorado como la serie Evangelion, o el día que fuimos a montar en el tren gatuno Tamaden y otros similares, con preciosos interiores y preciosas cabinas (aunque uno de estos me costó un bloqueo en Facebook de alguien a quien le sentó mal que le dijera que se había equivocado de tren :D).

Por supuesto, nos gusta viajar a Japón y comer bien, lo que no siempre implica gastarse mucho dinero. Hemos comido un ramen fantástico en Hakata en un sitio de barrio donde sólo había japoneses y sólo te preguntaban por la cocción de los fideos, ya que no había nada más en el menú, por 470 yenes. Y nos hemos dado buenos homenajes a base de carne de wagyu de las diferentes prefecturas que íbamos visitando.
Y en estas cenas nos dimos cuenta de lo caro que nos sale viajar a Japón con un niño que come casi como un adulto y con un paladar exquisito, como el día que cenamos sushi y le dimos a probar atún y dijo «qué rico», luego le dimos a probar chutoro y dijo «este está mejor» y finalmente le dimos a probar otoro y dijo «este es el que más me gusta de los tres». Pero, sinceramente, no sabría viajar si todo lo mejor es para nosotros y para mi hijo, como es pequeño, le diéramos algo de inferior calidad. Es un niño, no tonto.
Y castillos (o ruinas de los mismos) ha habido también unos cuantos. No todos originales, claro, ya que a lo largo de la historia ha habido mucha destrucción de castillos en Japón y no sólo por bombardeos en la Segunda Guerra Mundial. Algunos de los que visitamos, como el de Matsue, eran originales, otros como el de Kokura o Shimabara eran reconstrucciones pero con un interior interesante y muy informativo, y otros como el de Iwakuni tenían buenas vistas sin más, mientras que en Shingu o en Fukuoka no quedaban más que algunos muros.
Pero quizás el que más nos impresionó fue el de Kumamoto. Estaba en nuestro plan de viaje desde hacía más de medio año y cuando fue azotado por varios terremotos muy seguidos y hasta nuestro hotel nos canceló la reserva porque estaría cerrado por obras de reconstrucción, se nos cayó el alma a los pies. Pero cambiamos el hotel y decidimos ir igualmente.

Ahora sólo se puede visitar por fuera, pero sigue siendo impresionante. Aunque ver los efectos del terremoto en las piedras caídas de los muros, o en alguna yagura totalmente destruida, o como en alguno de los santuarios que había a las afueras de la ciudad, con tremendas grietas en sus muros, te deja con la boca abierta.
Además de esto, ha sido especial poder visitar sitios donde había pocos occidentales, como las dunas de arena de Tottori por ejemplo. Es uno de esos sitios que sospechamos que pocos españoles visitarán, pero lo mismo pensábamos con los festivales de Tohoku, de los que llevamos tiempo hablando, y curiosamente varios de los lectores de Japonismo nos comentaron (¡con fotos además!) que se habían decidido a visitarlos tras leernos.

Y hemos pasado mucho calor. Ya lo sabíamos, desde luego. Y más viajando al sur que tenía un diferencial de +5 grados respecto a la capital. Hubo días realmente duros, con un sol abrasador y poca sombra, más si tenemos en cuenta que en nuestro plan de viaje estábamos mucho tiempo por la calle visitando sitios. Al final esto hace que te gastes un buen dineral en agua y otras bebidas para reponer líquidos. Por suerte hay máquinas en cada esquina, casi. Pero aún así, se hizo muy duro. Para el año próximo ya hemos dicho que mejor no volver en verano (aunque llevamos yendo años y años en verano).
Porque en verano tiene lugar el Obon, una de las festividades más importantes de Japón y hay festivales o matsuris por doquier. Pero este viaje no ha sido el de los festivales, ya que en muchos sitios o llegábamos unos días tarde o unos días demasiado pronto. Pese a ello, pudimos ver el Shoro Nagashi de Nagasaki, donde nos dimos cuenta de lo aficionados que son los lugareños a los petardos.

Una ciudad que, por cierto, es importante visitar si os gusta la historia de Japón. No sólo la reciente, por supuesto, con el museo de la bomba atómica y el parque de la paz, sino también por ver los inicios del cristianismo en Japón y su posterior prohibición, sino también por ver la reconstrucción de lo que fue la isla de Dejima, la única en la que se permitía residir a extranjeros (holandeses en este caso) y comerciar, ya que ellos no intentaban hacer proselitismo.
El viaje también nos permitió visitar sitios que ya conocíamos pero de los que teníamos o bien pocas fotos o bien de poca calidad (o ambas cosas), y claro, si algo nos gusta es ilustrar nuestros artículos de la mejor manera posible. Así que tocaba volver a estos sitios.
Cosa curiosa fue, además, que en varias ocasiones se nos acercaron viajeros que nos preguntaron si éramos nosotros los de Japonismo, que habían planificado el viaje gracias a nosotros y que estaban encantadísimos tanto con la página como con el país. Y claro, nosotros nos poníamos gordos (más) cada vez que oíamos aquello :)
En definitiva, un gran viaje del que hemos vuelto cansados pero a la vez con las pilas cargadas, en el que como viene siendo habitual en nuestro caso (y tan poco en el caso de muchos bloggers) nosotros hemos corrido con todos los gastos derivados del viaje y nadie nos ha invitado a nada. Pero lo bueno es que tenemos mucho contenido para contar, muchas fotos interesantes, y todo desde un punto de vista independiente.
Nunca he entendido a los papás y las mamás que piden por sistema el menú infantil para sus hijos y luego se quejan de que no comen verduras ni pescado ni comida de verdad… Cuando los menús infantiles no salen muchas veces de los macarrones, las patatas fritas, los nuggets y los espaguetis. Bravo por Eric!
Cuando se hace por sistema y para no preocuparse, yo tampoco lo entiendo. Los niños necesitan entrenar su paladar y tienen buen gusto, también. Es una pena llevar a tu hijo a un sitio interesante para que coma lo mismo que en casa.