Como suelo hacer últimamente, cuando vuelvo de un viaje me gusta plasmar lo antes posible mis impresiones, cuando todavía todo está fresco en mi memoria y puedo contar qué me ha impactado más. Y con la Laponia sueca no es diferente, claro.
Esto implica ilustrarlo con fotos tomadas con el móvil, generalmente, como es el caso ahora también, mientras poco a poco voy enfrentándome a los cientos de fotos que tengo el disco duro.

Desde que empezara a estudiar sueco allá por 2000, he sido un gran enamorado de este país, pero siempre me había movido por el sur, de Estocolmo para abajo, y tenía una espinita clavada ya que me apetecía mucho conocer la zona norte.
En este viaje pude conocer un poquito más Skellefteå y la región de Västerbotten, aunque las distancias son tan grandes que no pude estar ni en Umeå, ni en Luleå ni en Kiruna, por decir algunas otras ciudades que tengo en mente desde hace tiempo. Pero no hay prisa :)
Quizás de lo primero que me impactó fueron los aeropuertos. Llegas al aeropuerto de Girona y se ve moderno, pero comienzas el embarque y bajas por unas escaleras y simplemente tienes que cruzar una carretera pegada a la pista, y ya estás en el avión. Resultaba divertido. Aunque luego llegas al aeropuerto de Skellefteå y no es más que una casita alargada con dos puertas, una para llegadas y otra para salidas. Es todo taaaaan cuco :)

Luego lo que sorprende aunque sepas que va a ser así son los paisajes. Ya sabía antes de llegar que es zona de bosque boreal, plagado de pinos, abetos y abedules y que está cubierta de lagos. Y es que, por ejemplo, en la zona de Arvidsjaur hay un lago por habitante. Vamos, que hay tantos lagos que muchos no tienen ni nombre y si vas a allí a pescar, a hacer un picnic o a lo que sea, es posible que no te encuentres a nadie.
Como cuando fui con Tova, la dueña del B&B en el que me alojé la primera noche, a bañarme a uno de esos lagos. Menudas vistas y menuda tranquilidad. Encima jugamos a kubb, un juego típico sueco con palos de madera que hay que tirar, que es sencillo pero engancha cosa mala. Y al que no jugaba desde agosto de 2000. Una pena que de esto no tenga foto de móvil :)

Y es que esos paisajes en los que ves el cielo azul con unas nubes de textura maravillosa reflejados en las aguas de los lagos, junto con todos esos cientos y cientos de árboles, deja sin respiración. Es de una belleza abrumadora.
Yo le iba haciendo fotos no sólo con la cámara, sino con el móvil, a todos los que encontrábamos, y Saleta, la chica de la oficina de turismo, se reía de mí, porque al final, es verdad, son todo fotos de lagos. Preciosos, pero lagos al fin y al cabo.

Me sorprendió, la primera noche cuando íbamos con el coche a la búsqueda de alces, ver franjas de niebla en los claros entre los bosques boreales. Unas franjas de niebla de un metro o metro y medio de alto, nada más. Le daban un aspecto algo tétrico al paseo nocturno. Menos mal que iba acompañado y en coche. Pero me alegré cuando volvimos al Bed & Breakfast (la foto es mala, pero se nota que había poca luz, hay muchísimo ruido).

Cuando conoces un poco de la cultura sueca sabes de qué va eso del fika, su costumbre de tomar un café con algo dulce de comer a media tarde. Y les vuelve locos. Aunque el café no sea gran cosa (pero muchos se lo toman sin leche y sin azúcar, y yo hice lo propio, claro :D). Es tan popular esta costumbre que cuando fuimos a pescar en mitad de uno de los miles de lagos que hay por allí, llegado un momento dado, echamos el ancla, y nos pusimos a tomar un café con un bizcocho y unos kanelbullar, los típicos bollos suecos de canela que me chiflan. En la foto veis a Saleta con una taza tradicional de madera, además. Ya que hacíamos el fika, lo hacíamos bien :)
Por cierto, que mirad qué pinta tengo pescando, pareciera que lo llevo haciendo toda la vida, ¿verdad? ¿No? Bueno, da igual, paso a contaros otro tema…

Y qué decir de la carne de reno y de alce. Creo que comí reno y, en menor medida, alce, de todas las formas posibles. En un plato casero llamado renskav, como carne picada muy prensada en el centro sami de Båtsuoj, fileteada cocinada sobre una brasa en Svansele, en carpaccio, etc. Realmente me gustó mucho. Aunque luego da un poco de pena cuando ves el primer reno por la carretera y sabes que vas a comer carne de ese bicho tan simpático.

Eso sí, la vez número 564 que te topas con renos por la carretera que te hacen aminorar la marcha, hasta a veces tener que llegar a detenerte por completo, cambias de opinión. Y es que si la primera vez son muy monos y te paras y les sacas fotos, llega un momento en el que ves tantos, y van tan a su aire, que acabas harto :)

Por cierto, que hablando de sami, los habitantes indígenas de esta zona norte de Europa, me encantaron especialmente sus kåta o cabañas. Las que yo vi eran de madera, con una abertura en el centro por el que entraban los rayos de sol y por el que se escapaba el humo de la hoguera que había en el centro de la cabaña. Muy místico. Os contaré más, descuidad.

Y qué atardeceres, señores. Los que me leéis desde hace tiempo, ya os habréis dado cuenta de que además de viajar, de comer y de Japón, me encantan los atardeceres. Vale, igual tuve suerte, pero durante los días que estuve, como ya había algo de oscuridad, poca, pero la había, podía disfrutar de bonitas puestas de sol. Y además durante estos días el cielo tuvo bonitas nubes, con lo que en muchos casos pude ver algunos atardeceres espectaculares. Algunos desde alguno de los lagos que ya os he dicho, otros en mitad de carreteras perdidas por entre el bosque boreal. En serio, no podía ser más bonito.


Y si ver los bosques boreales impresiona, ver las reservas naturales impresiona todavía más, porque hay muchísimas, están muy cerca de las ciudades donde vive la gente, pero la mayoría de suecos ni saben que están ahí. Estuve haciendo senderismo por una de ellas con paisajes, de nuevo, preciosos, tanto los interiores del bosque como cuando salíamos a orillas del mar Báltico. Una pasada.

En definitiva, había dejado de lado demasiado tiempo la zona norte de Suecia y no debería, porque me encantó la Laponia sueca.
Ha sido un placer compartir esta aventura contigo. Gracias por las hermosas imágenes y por mostrarnos Laponia sueca a través de tus ojos. Más lagos congelados en invierno te esperan ☺
Jajajaja descuidad, que hay ganas de hacer más fotos de lagos, congelados o sin congelar :)