Tal día como hoy, de hace 66 años, el Enola Gay lanzaba su mortífera carga sobre la ciudad japonesa de Hiroshima (広島) a las 8:15 horas de la mañana, hora local, arrasándola por completo y llevándose por delante la vida de decenas de miles de personas, más muchos otras que vendrían por las secuelas de la radiación.
En 2007 estábamos de vacaciones en Japón y justamente pasamos por Hiroshima el 6 de agosto, con lo que pudimos ser testigos de cómo todo el Parque Memorial de la Paz se llenaba de grullas de papel y de gente haciendo ofrendas, gente rezando plegarias por los muertos en aquel bombardeo, y muchos turistas, por supuesto, pero con algo en común, y es que todos intentábamos que el nudo en el estómago pasara lo antes posible.

Pero sin duda uno de los momentos más bellos pero también más intensos es ser testigo del tōrō nagashi (灯籠流し), del que os cuento más cosas en Japonismo.com.

Dice mucho del espíritu japonés y del recogimiento que hay en este momento ver como, pese a la gran cantidad de gente que se da cita en los aledaños del Genbaku Dōmu, uno de los pocos edificios cuya estructura quedó en pie, algunos para colocar farolillos de papel en el río Motoyasu para guiar a las almas de los muertos en el bombardeo, y la mayoría simplemente para mirar, no se escucha ni un sólo ruido, ni una sola voz y esto durante todas las horas que dura este tōrō nagashi.

Realmente estando allí, en ese momento, es difícil conseguir que los ojos no se humedezcan y que la piel no se te ponga de gallina al intentar imaginar, aunque sea por encima, lo que tuvo que ser aquel 6 de agosto en Hiroshima.
A medida que cae la noche y que la iluminación del Genbaku Dōmu y de los propios farolillos adquiere protagonismo, el tōrō nagashi va haciéndose más y más bonito, y realmente podrías estar allí horas y horas sin hacer otra cosa que ver cómo desde unas barcas van colocando estos farollillos que se los lleva la corriente, para después ver cómo familiares de víctimas se acercan a la orilla opuesta al Genbaku Dōmu y colocan ellos mismos los farolillos que representan las almas de sus familiares.

Quizás no haya variedad y el tōrō nagashi sea monótono, pero como digo algo te empuja a quedarte, a seguir viendo cómo el río se lleva hacia el mar todos esos farolillos de colores, compartiendo con toda la gente que te rodea el recuerdo por lo que ocurrió en aquel fatídico día de 1945 y deseando que no vuelva a ocurrir nunca más.

Sin duda, si visitáis Japón a principios de agosto, aunque pasaréis muchísimo calor, si podéis hacer un alto en el camino en Hiroshima os lo recomiendo, porque aunque el Parque Memorial de la Paz y el Genbaku Dōmu son impresionantes en cualquier momento del año, el día del aniversario de la bomba atómica es muy especial.

Increíble post, me gustan mas estos que lo de las hamburguesas (dan menos hambre).
Bromas aparte, las fotos acompañando el texto son muy emotivas. Muy buenas, si señor.
Muchísimas gracias Juanjo, porque estaba empezando a estar preocupado de que lo único que gustaba del blog eran las hamburguesas jajaja.
Estoy bastante contento de las fotos, pero vaya, cualquiera que hubiera estado allí en ese día tendría fotos increíbles igualmente, es algo que se te queda grabado a fuego. Y el silencio, sobre todo, tanta gente y ni un solo ruido…
A ver si algún año tengo la oportunidad de visitar Japón, la tuve hace un par y la deje escapar (me arrepiento mucho), pero viendo cosas así, le entran ganas a uno de ir…xD
Pues sí vas, ya verás como no te arrepientes! (eso sí, para ver estas cosas, tienes que «sufrir» un calor de tres pares… que agosto es uno de los peores meses para eso :D). Si vas, dínoslo y así te contamos cositas chulas y eventos interesantes :D