Aprovechando el día de fiesta previo al día del padre, fuimos con Eric de nuevo al Zoo, ya que en su primera visita era bastante más pequeño y pensamos que la disfrutaría mucho más (ojo que os voy a poner bastantes fotos :D).
Primero estuvimos viendo grullas y los osos pandas, junto con las nuevas crías que hay. Uno de los pandas estaba en su plataforma sobre un árbol, desperezándose, mientras otro comía bambú ante la mirada curiosa de la concurrencia.
Curiosamente, en el cristal que separaba a los animales de los menos animales (quién es quién a veces es difícil de distinguirlo), decía claramente «fotos sin flash», pero sin embargo los flashazos no dejaban de saltar. No me sirven las excusas de que es que no se sabe cómo desactivarlo, porque en ese caso, si no vas a poder desactivarlo, te aguantas y no haces fotos. Luego pasa lo que pasa, que en sitios en los que podrían dejarte hacer fotos sin flash, empiezan a prohibirlas para curarse en salud.
Tras los pandas fuimos a ver, como en la visita anterior, el espectáculo de los delfines, donde había también dos crías. Es impresionante ver a estos mamíferos (y sorprendente escuchar a padres decirles a sus hijos «mira qué peces más bonitos»). Eric mostró algo de interés al principio, pero acabó medio aburrido. Supongo que al quedar un poco lejos de dónde él estaba perdía el interés.
Luego vimos el acuario, con sus tiburones toro y black tip, tortugas marinas y muchísimas otras especies de peces (a estas alturas poca gente llama pez payaso al pez payaso, se ha convertido en Nemo para todo el mundo :D).
Entonces fuimos a la zona de los gorilas, que en las últimas visitas que habíamos hecho al zoo casi siempre estaban medio escondidos a la sombra, porque habíamos ido en días muy calurosos. Esta vez pudimos ver en toda su plenitud a un gorila. Ver cómo se acercaba, con una gran agilidad pese a su tamaño y peso, y verlo empezar a comer, impresionaba.
Pero impresionaba más cuando se quedaba quieto mirándote con ojos fijos, es casi como si te taladrase con la mirada y te hiciera sentir culpable por estar en cautividad. Me dejó algo tocado, la verdad, y es que como siempre que visito un zoo, en parte pienso que esos animales están muy bien cuidados, pero no dejo de pensar que es algo poco natural.
Allí también pudimos ver a una cría trepar por una liana para intentar coger comida y sus esfuerzos por no caerse, pero acabo consiguiendo llegar al suelo, no sin problemas. Y luego se alejó de miradas curiosas de la mano de otra gorila, que supuse que sería su madre. Miras a los gorilas y por supuesto que hay diferencias, pero es imposible no darse cuenta de lo muy parecidos que somos.
Tras los gorilas estuvimos viendo a los orangutanes, también con crías recién nacidas, cebras, jirafas muy divertidas que lamían troncos de árbol, leones y tigres tumbados a la bartola pero preciosos, nutrias juguetonas que no dejaban de morderse el cuello mientras se tiraban una y otra vez al agua, y a la nueva cría de elefante asiático, que también está recién nacido y ya pesa 100 kilos, el angelito.
Para acabar, estuvimos donde los osos pardos, que no dejaban de hacer señales a la gente porque no paraban de tirarles comida. No sé si esto se puede hacer o no (en muchos sitios dicen que no se les dé de comer). Alguna gente les tiraba cacahuetes y zanahorias, que se puede pensar que no les hará daño, pero me sorprende el descuido de la gente que visita estos parques zoológicos.
Y que sean los padres, sobre todo, los que se vuelvan como locos. Menudo ejemplo que damos a nuestros hijos. Como siempre que visito el zoo, no dejo de pensar que a veces los que deberíamos estar en un parque para que nos visiten somos nosotros.
Todas las fotos que hice (bueno, todas no, una selección de ellas) las tenéis en mi Flickr, que hay unas cuantas más que también me gustan, pero que no he puesto para no pasarme.
