Dos semanas en Japón dan para mucho, o para poco, según se mire. Todavía seguimos batallando con el jet-lag, ganándole poco a poco la partida, aunque todavía sintiendo los efectos de un viaje tan largo y, por qué no reconocerlo, de que ya no somos tan jóvenes.
Está claro que al ser mi cuarta vez en Japón, las impresiones que te llevas son muy diferentes que cuando lo visitas por primera vez. Las cosas ya no te sorprenden de la misma forma. Las autopistas elevadas ya no te producen el mismo sentimiento de fascinación, o los viaductos elevados por los que circula el shinkansen. O encontrarte con santuarios sintoístas en miniatura al lado de una casa, de un love hotel, o de una tienda de electrónica.

Pero Japón es mucho Japón, y por muchas veces que lo visites, nunca dejará de sorprenderte. Por mucho que vayas, es tan diferente de lo que tenemos por aquí, la forma de ser de la gente, los restaurantes en todas las plantas de un edificio, los karaokes que ocupan 5 plantas, la sobrecarga visual y sensorial en muchas partes de la ciudad, la pulcritud de las calles pese a la ausencia de papeleras, las máquinas de vending en cada esquina con café caliente…
Y como decía, dos semanas dan para mucho o poco, según se mire. Si recordáis por encima la planificación que nosotros mismos nos habíamos marcado antes de ir (que ya sabíamos que era muy optimista), en realidad nos hemos dejado muchísimas cosas por hacer. No hemos visitado Nikko, no hemos visitado Utsunomiya, ni tampoco Enoshima o Nagoya, no hemos estado en Roppongi, ni en Akasaka, no hemos visto el Chion-in, ni tampoco el Ryoan-ji. Pero sí hemos pateado Tokio con ganas, hemos utilizado muchas líneas de tren además de la sempiterna Yamanote, y hemos empezado a conocer Tokio de verdad, a situar en el mapa cada uno de los distritos, a conocer la mejor forma de llegar a ellos, a conectar cada barrio. Que una kiotense de adopción como Laura confesara que Tokio le estaba empezando a gustar dice mucho.
De todas formas, tal como os lo planteo igual os preguntaréis, ¿pero qué habéis hecho durante las dos semanas? Lo cierto es que no hemos parado, pero una de las cosas que te das cuenta cuando viajas por Japón, y especialmente si vas a Tokio, es la cantidad de tiempo que se pierde en el transporte público. Sí, hay trenes que conectan casi cada pequeño rincón, y tienen una buena frecuencia, pero a menudo tienes trasbordos muy largos, las distancias a recorrer son grandes porque Tokio es una metrópolis inmensa, la distancia de tu punto de partida a la estación puede ser largo (desde el hotel hasta la estación teníamos nuestros buenos 15 minutos), desde la estación al destino también, y si además vas en invierno, que a las 17 horas ya es de noche, el día cunde mucho menos.
Otra cosa que te das cuenta es que al viajar con un niño de 2 años, incluso uno que aguanta tanto como Eric, siempre tienes que tomarte las cosas con bastante más calma. Tienes que hacer los planes para que a su hora de la comida, más o menos, te pille en algún sitio donde pueda comer algo decente, tienes que pensar también en su siesta, lo que a veces te imposibilita tus planes de comida, ya que si con la paliza que le das, el pobre está durmiendo, y te metes a comer y le despiertas porque los restaurantes son pequeños y le tienes que sacar del cochecito, se va a poner de mal humor.
Tienes que pensar que un niño pequeño se aburre pronto así que las comidas un poco largas en restaurantes un poco buenos están desaconsejadas, porque se va a poner de mal humor, vas a dar la lata al resto de comensales, y no vas a disfrutar de la comida. Y claro, tampoco puedes plantearte ir al karaoke como hace 4 años, cuando pasábamos 3 horas allí metidos sin parar de cantar.

Tienes que recogerte relativamente temprano, al menos bastante más de lo que lo habrías hecho si él no estuviera, y tienes que pensar que no puede estar todo el día sentado en el cochecito, así que hay que buscar sitios en los que pueda caminar a gusto, sin problemas. Y claro, Shinjuku, la zona de Tokio en la que nos alojábamos y que cuenta con la estación de tren más concurrida del mundo (casi 4 millones de viajeros diarios) no es el mejor sitio.
Y otra cosa que te das cuenta al viajar con un niño, es que Japón está a la vez poco preparado y muy preparado para gente con niños pequeños que todavía usan cochecito. Poco preparado porque muchas estaciones de tren tienen largos pasillos con escaleras por doquier, y el uso de ascensores o incluso de escaleras mecánicas no está tan extendido como nos gustaría, y se hace duro, incluso cuando el cochecito que llevas es ligero. Poco preparado porque la gente, en una gran urbe como Tokio, es tan impersonal que da igual que lleves un cochecito, no te dejan pasar aunque quieras cambiar de dirección, porque no quieren perder su ritmo caminando, los coches a menudo no paran en los pasos de cebra, y en los trenes, la gente se hace la loca aunque te vea con un niño en brazos. Casi te sientes como en casa, vaya. Y es curioso, porque ves muchos japoneses con los niños en brazos o en soportes para llevarlos colgados, y pocos con cochecitos.
Pero luego, vas a cualquier restaurante con tu hijo y en todos tienen platitos para niños con cubiertos especiales para ellos, y en varios incluso tienen juguetes para que tu hijo escoja uno y se lo lleve tras la comida (no veáis qué feliz estaba Eric cuando se llevó su set de cuatro coches del restaurante donde cenamos shabu shabu). Esto nos resultó muy curioso y fue todo un detalle encontrarlo. Además de que muchos restaurantes tenían menús infantiles muy trabajados e interesantes.
Y por cierto, que otra reflexión que me llevo de este viaje es que en Japón se puede comer buenas hamburguesas. Ya, no es la comida típica por excelencia en Japón, y si vas, parece un poco triste irte a comer una hamburguesa con la de cosas ricas que hay. Lo suyo está en el equilibrio, comer todas las cosas ricas de allí pero dejarte un hueco para alguna de esas hamburguesas. No probé todas las que quería, pero no era plan el comer de hamburguesa las dos semanas que estuvimos. Así tengo excusa para volver, y alguna de ellas ya la veréis por aquí, claro que sí.

En cualquier caso, Japón tiene una rara habilidad, y es que cuando lo visitas, engancha. Se queda con un pedacito de ti, y esto es algo que sentí como una punzada ya en mi primera visita, pero que fue mucho más intenso en la segunda (porque además entonces Laura se quedaba allí y la distancia, que siempre es complicada, cuando es tan larga, lo es mucho más). He hablado con varios amigos apasionados de Japón sobre esto, y en todos los casos se cumple, y cuando llega el momento de volver a casa, siempre lo haces con una punzada de nostalgia.
Sin embargo, esta vez he conseguido volver sin sentir demasiado esa nostalgia, y no porque Japón haya dejado de gustarme. De hecho, me gusta más que nunca, y esta vez he disfrutado de las vacaciones allí como pocas veces lo había hecho y la vuelta, aunque dura, no ha sido tan complicada. Quizás es porque tenemos más claro que nunca que volveremos, que Japón es parte de nosotros por mil y una razones, y porque he podido disfrutar del país con Eric, que ha sido algo increíble.
Las fotos son todas de Laura, que las mías todavía tengo que procesarlas y subirlas (¡y aún no he terminado de importarlas a Lightroom!)
Me he sentido taaaaan identificada!!! Y eso que yo no era una japonófila propiamente dicha la primera vez que fui (me apetecía ir, ver una cultura tan diferente, pero no la conocía tanto como vosotros, no me gustan los mangas/animes, podríamos decir que lo más que comparto con ellos es la gastronomía :P)… pero volví taaan enamorada, tan nostálgica, tan «no quiero volver»… yo soy más Tokiota, como comentábamos el otro día por correo soy urbanita como tú, y la pedazo de ciudad que es Tokyo (nosotros estuvimos 10 días y no nos la acabamos) es impresionante. Kyoto también me gustó, pero es otro rollo.
Cuando fui hace 3 años pensé que no volvería: es un viaje muy caro, está muy lejos y tienes que dedicarle tiempo. Y mira ahora, en 3 mesecitos volveré y tengo unas ganas tremendas :) Y me quedarán cosas por ver, y ahora tengo claro que habrá una tercera vez, y ojalá una cuarta… porque nos quedará el sur, porque quiero volver a Tokyo, porque siempre te quedan cosas por ver.
Ains… que me emociono. Japón mola!!! :D
Estoy totalmente de acuerdo contigo, Luis.
Japón, de una manera o de otra, se queda dentro de ti… una vez que los visitas, no lo olvidas y quieres volver. Les ha pasado hasta a mis padres, que han viajado a muchos lugares del mundo, y en ninguno se han puesto tan nostálgicos como cuando volvieron de Japón. Recuerdo que se pasaron meses hablando del viaje, cuando normalmente al cabo de una semana o dos ya se aburren, y aún es a día de hoy, año y medio después, que recuerdan un montón de cosas y se les dibuja la sonrisa tonta en la cara.
Ciudades como Tokyo son una locura, sí, pero el contraste entre los tremendos rascacielos y los templos o jardines clásicos es brutal. Además, ¡nunca te aburres!
Y luego tienes sitios como Nikko o Tokyo, donde la paz se repira en el ambiente.
Está claro que Japón es especial.
Es mágico, abrumador y una delicia para los sentidos.
*Nikko o KYOTO (no Tokyo)
(Es lo que tiene escribir comentarios en el trabajo, deprisa y corriendo, gomen :P)
@Cris, vaya peazo comentario!
Es verdad que mucha de la gente que me contaba esto que digo es muy japonófila, pero cuando gente que no lo es tanto como tú también lo comenta, está claro que engancha :)
Nos pasa igual, Tokio nos fascina, es una ciudad increíble y no te la acabas ni de coña, y menos en unas vacaciones, por largas que sean.
Me alegro de que vayáis a volver, aunque me das envidia, y dirás «pero si acabáis de estar», y es cierto, pero es que ya quiero volver!!! :)
@Ana, ya me había dado cuenta de que te referías a Kioto y no a Tokio jajaja… Flipante que incluso tus padres se hayan quedado tan enganchados, está claro que no es algo sólo de «japonófilos».
Ay, si es que cualquier sitio en Japón me encanta, aunque sea para dar una vueltecilla y ver los contrastes esos que mencionas, porque anda que no mola, estés donde estés, ver máquinas y más máquinas de vending en cualquier esquina, combinis por todos lados, y edificios donde hay restaurantes en todas las plantas, con sus neones brillantes en el exterior.
Es taaaan diferente…
Gracias por los comentarios!!!
Y escrito en el iPad! Me ha emocionado tanto el post… ;)
Totalmente identificada con lo que dices :) Me ha encantado el post y además, como nosotros hemos viajado casi siempre con los niños (una de las veces el pequeño tenía meses!! y lo llevábamos en la mochila… acabamos deslomaos!!) pues todo lo que leía me iba sacando una sonrisa :)
Se te ha olvidado poner lo de llevarse la cena al hotel para que el niño tenga su ratito de relax y se vaya a dormir a una hora decente jajaja o no lo habéis hecho? Y lo de oir «Kawaii» a todas horas de día, no? jaja
Sí que es verdad que te vuelves un poco con la sensación de haberte dejado un cachito tuyo allí, y más si dejas allí a gente que conoces (ya sean japoneses o españoles). Japón tiene un «no-se-que» que lo hace muy especial y te engancha, verdad?
Ains, gracias Cris!!! Ya tengo ganas de leer tus crónicas de la pata japonesa de tu viaje (bueno, de todo él) porque aunque escribas de pascuas a ramos, esto digo yo que lo contarás, no? ;)
@Cristina, qué bueno que vosotros también seáis papás viajeros :DDDD
Es verdad que eso de llevarle la cena al hotel no lo he dicho y ya te digo que lo hicimos! Hubo días que no, por ejemplo cuando estuvimos por la tarde/noche en Ikebukuro, acabamos cenando en un restaurante de omuraisu que estaba buenísimo, y allí cenamos los tres, un poquito pronto para nosotros, pero bien, pero había días en los que a Eric le cogíamos algo y luego nosotros pedíamos servicio de habitaciones (como en Osaka), o un día que pillamos tres currys japoneses y nos los llevamos al hotel :)
Pero en general, esta vez ha hecho menos cenas en el hotel que en otros viajes con él, se nota que se va haciendo mayor y que si nosotros no tenemos problemas en cenar un poco temprano, él no tiene por qué acostarse demasiado tarde :D
Como tú dices, yo siento siempre que se me queda algo allí, pero ya no me importa, ahora lo llevo bien, porque ahora tengo claro del todo que volveré las veces que haga falta.
[…] mucha cosa y que seguramente tengamos que dejar cosas pendientes… pero es lo bueno que tiene amar Japón, que sabes que volverás y que podrás ver esas cosas […]
Totalmente de acuerdo con tus comentarios, creo que Japón es el sitio donde me he tomado las mejores hamburguesas (en el «brozers» de Tokyo en compañia de mi buen amigo «ungatonipon»). Sobre viajar con niños también de acuerdo, para algunas cosas ( bastantes) están mas preparados que aquí pero ir en transporte poúblico con un niño pequeño puede ser bastante duro, lo carritos son mas para ir en ciertas zonas, ni te plantees tomar el metro con ellos y menos en hora punta, y no te cuento las escaleras, por eso es más practico pillarte un portabebés, eso lo aprendimos con el primero y por eso lo pillamos para la segunda (su hermana) y viajar con dos a la vez ni te cuento, mi mujer cuando se va sola con los dos le echa un par.
Es muy cierto que se echa de menos ir alli una vez que lo conoces. En mi caso tengo la suerte de poder ir cada relativamente poco tiempo (2 años o asi y este no me «toca») y aunque en nuestro caso no hacemos turismo que digamos yo lo disfruto siempre que voy, no solo por ver todo lo que tiene que ofrecer sino porque también «desconecto» es como irte a otro mundo, literalmente.
Pues sí, totalmente cierto todo lo que dices (jejeje yo también he ido a Brozers con Jose :D).
Lo de los carritos y escaleras y demás lo sufrimos en nuestras carnes la primera vez que fuimos con Eric. Cuando volvimos con él, portabebés. Bueno, eso y que ya era más mayor, así que necesitaba menos cochecito. Menuda valiente tu mujer de irse sola con 2 niños!
La verdad es que yo lo echo mucho de menos. No me quejo porque aunque desde la visita en 2007 tardamos en volver, en 2012 estuvimos 2 veces, aunque ahora en 2013 íbamos a volver y no ha podido ser :(